viernes, 31 de octubre de 2014

13/09



Después de una semana algo cansada y con mucho todavía por hacer, estay  con las manos en un juego del celular y los oídos escuchando música del ordenador, echado en la cama. Después de haber gastado el doble de lo normal en un partido de fútbol, que  jugué la mitad de lo usual, no era el mejor humor el que tenía y siendo las 3 a.m. no estaba lo suficientemente cansado para dormir, sin embargo decidí apagar todo y recostarme.
-¿A dónde vamos a tomar?- pregunto a mis amigos con los que estaba reunido, los cuáles respondieron: aquí nada más. Estoy en la sala de una casa nada inusual, por la puerta entraba una caja de cerveza y no sé de qué puedo preocuparme. Muchas risas pasaron en las horas que estuvimos en esa estancia pasando el alcohol. Me siento de lo más normal con estos nuevos amigos que ya conociéndolos medio año, es la primera vez que experimentamos una experiencia  de esta clase.
Poco a poco se empieza a disipar la reunión y yo, como siempre que la paso bien, decido quedarme hasta el final con un monto considerable de bebida aún. Es un momento muy callado en el cual entra mi hermana pidiéndome que ya vaya a la cama, yo asiento sin rondar mucho la situación e intento esbozar una conversación con mi compañero de al lado, tratando parecer lo más sobrio posible; pero se me dificulta mucho enlazar palabra con palabra, convenciéndome de mi estado de ebriedad. Siendo consiente del estado en el que me encuentro, me tranquilizo y pienso sobre la situación en la que estoy: un par de amigos que no son los mejores, una sala que no conozco, una salida que no encuentro y un cuerpo que no domino. –Sólo quiero dormir- es todo lo que logro decir antes de tumbar la cabeza entre mis brazos, siendo la forma más sencilla de apaciguar mi impaciencia.
Me despierto y me siento sobre la cama con un dolor en el estómago, un dolor ya bastante conocido, y busco un lugar donde vaciar lo que bebí toda la noche pero al ver alrededor mío reconozco dónde estay: mi habitación. Me calma saber que ya estoy en casa, pero dura bien poco la tranquilidad, porque empiezo a sentir en mi boca lo regurgitado, mi primer instinto es arrojarme sobre el costado pero hay una alfombra. Ya es muy tarde para un intento de ir al baño, tengo llena la boca y me apesta. Siento que algo me jala hacia abajo y que mi boca va a estallar y, finalmente, escupo todo en el mejor lugar que pude pensar: debajo de mi cama: no  hay alfombra y no se logra ver inmediatamente su interior. La caída es lo peor que me puede pasar, pienso antes de sentir otro golpe de mi estómago. Salgo de debajo de la cama después de arroja todo lo que tenía, con la boca amarga; decido salir y mi sorpresa fue desagradable al ver como mis sabanas entraban por debajo de la cama.
Ya fuera veo el cuarto vacío de mis padres y pienso: al fin en casa; pero me detengo a pensar cuando veo el paisaje por la enorme ventana de mi sala, ¿cómo llegué aquí? , sé que estuve tomando y alguien debió devolverme a la habitación, pero ¿a Cajamarca?, nadie pudo haberme traído sin que yo recordara. Anoche, viernes, me acosté en Piura, y hoy sábado estoy en Cajamarca. Cómo puede ser esto posible, sé que es sábado porque no tendría otro motivo para venir a casa que no fuera por dos días; pero, ¿en realidad pude venir? “Es un sueño, ya los has tenido antes sobre estar en Cajamarca” es la explicación más lógica que puedo dar a mi conciencia, que tratando de dominar un sueño se da cuenta de que miento, además, acabo de despertar de dormir unas cuantas horas. Analizo en torno mío: todo está donde debe estar y mi cálculo del tiempo es demasiado correcto para ser un sueño.  No puede ser posible. ¿He regresado de Piura? , ¿Ya no estudiaré más en la Universidad? , o peor aún, ¿Estoy perdiendo la memoria?, ¿Acaso está mi mente errando?- No importa, iré a ver a la mujer que… amaba.
-¡Johan!- dice mi madre con cierto tono de asombro y enojo que no reconozco bien. Doy la vuelta y la veo claramente, en todo el tiempo que estaba pensando no me he movido ni un paso y sólo he volteado la cabeza. Entra a mi cuarto y reconoce el desagradable desastre que he ocasionado- ¡cierto! acabo de sentir un dolor fuerte, no es un sueño, ahora tengo que averiguar lo que ha pasado-.
-¿Has ido a tomar otra vez?- al instante reconozco esa voz: mi hermana.
Mi mente vuela, como siempre que estoy algo excitado, y empiezo a preguntarme: ¿Acaso ella no me fue a ver anoche?, ¿En dónde he estado realmente?, ¿Qué hago en Cajamarca?, ¿Qué día es hoy?, ¿Cuánto tiempo ha pasado? Empiezo a forzar a mi mente que, un segundo después de voltear y ver a Romina, la recuerda hablándome en mi sala. ¡Cierto! , anoche estuve en mi sala, por eso no recuerdo que me llevaran a mi habitación. Ser capaz de conectar esto me tranquiliza, pero algo me espanta al instante: ¡¿Por qué no reconocí que estaba en mi sala, si he pasado toda mi vida en ese recinto?! , ¿Por qué me pregunta que si he estado tomando?, ¿Acaso ella no me vio cómo estaba?, ¿La vi yo realmente a ella?
En el umbral de la puerta empiezo a perder los sentidos: escucho ruido, las exclamaciones de mi madre; veo una figura acercándose, la de mi hermana; huelo un hedor, el proveniente de mi cuarto; pruebo pestilencia en la boca, no la he enjuagado todavía; solo siento claramente el malestar general de mi cuerpo y la perturbadora idea de que lo que falla en mí, es la mente…
Veo una luz en la oscuridad: el reloj de mi celular indica que son las 3:20 a.m.